domingo, 4 de agosto de 2013

Azul ::: Ángel Utrillas Novella

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Azul…Azul…Azuzena

Tributo a la gran cantante de Rock
Azuzena Martín Dorado

         El dibujo que acompaña a este texto es obra de ILDE MEDRANO (PÌCARO) tomado de su blog: Arte Picaro Arte Rockero.
         La entrevista figurada a Azuzena ha sido compuesta con retazos de informaciones obtenidas en diversos blogs, a pesar de conocer bien su historia, he querido poner en su boca, las palabras de sus más profundos admiradores. Para mí Azuzena fue única e irrepetible, hace tiempo que quería rendirle algún homenaje y con mi trabajo en Toc Arte, por fin lo he cumplido. Larga vida a la Gran Dama del Rock, a la Felina de Vallecas.




          Trece palabras, veintiocho sílabas, un mensaje, una profecía.
En el horizonte la luna amenazaba con salir, el ocaso rozaba con ternura a la carretera tiñéndola de incertidumbre; la primera curva le sorprendió y las ruedas del coche rozaron la gravilla del arcén con lisonjera adulación.
          Disminuyó la velocidad, tras el susto, en un acto reflejo, intensificó la cautela, fue más prudente, sin embargo el tiempo inexorable transcurría. El horizonte, el cielo, el mar, el ocaso… la luna… Habían acudido a la cita todos los invitados, solo faltaba él. Faltaba él pero estaba a punto de efectuar su entrada.
          Las manos se ciñeron al volante aferrando el tibio cuero, en su cerebro flotaron trece palabras con cruda indiferencia, veintiocho silabas estólidas murmuradas en sus oídos reverberaron en una celada perpetua y dejaron una profecía dibujada en su retina.
          Raíces incandescentes sumergiéndose en el mar, tiempo que pasa y no regresará. Acelera de nuevo olvidando el susto anterior y tan cercano, no puede llegar tarde a la cita, tiene que plasmar el instante preciso, su cámara tiene que robar la realidad una vez más. Quiere fotografiar a la luna azul en el instante exacto en que atraviese el mar azul para zambullirse en el cielo azul rompiendo el horizonte... incandescente.
          Es en el momento en que las ruedas de su vehículo abrazan gravilla por segunda vez cuando acuden las trece palabras a la lente de su mente: “Tu horóscopo advierte que no viajes en coche esta semana, peligro de accidente”. La curva no le ha sorprendido, ha sido el brusco giro realizado a demasiada velocidad, ha sido la repentina aparición de un conjunto de palabras, 28 sílabas. Levanta el pie en un acto reflejo y un hormigueo recorre todo su cuerpo; no va a llegar a tiempo.
          La instantánea debe ser tomada en el instante preciso y precioso, luna azul emergiendo del mar azul para reinar en el cielo azul. Debe llegar al acantilado en un par de minutos, no hay más tiempo y según los astrólogos la luna azul ya no se repetirá hasta dentro de tres años; su reportaje no puede esperar tanto tiempo, el periódico, los redactores, el jefe, no comprenderán un retraso, no perdonarán un nuevo retraso.
          Acelera de nuevo, todo o nada.
         La curva donde hace autoestop el piadoso fantasma de la mujer muerta avisando de que en la siguiente tuvo ella el accidente, no logra sorprenderle, sin embargo la siguiente sí, es muy peligrosa, traicionera, definitiva. La gravilla es profanada por la huella imprecisa de unos neumáticos, levanta el pie del acelerador y pisa el freno para no ser ocaso. Demasiado deprisa, demasiado tarde. La leyenda de la curva aumenta su texto y su prestigio, impresos en letras de sangre un par de párrafos nuevos; el armario de las ánimas en pena incrementa el número de habitantes. No va a llegar. Ya no. La luna azul saldrá sin su presencia.
         La fotografía queda atrapada por siempre en su retina azul, impresa en su imaginación y finalmente no puede ser plasmada por la lente de su potente objetivo. Adiós luna azul de la suerte atravesando de puntillas el mar azul, instalándose en el cielo azul, inundando el horizonte... plúmbeo.
         Ordenaron colocarle una venda en los ojos para que la luz no los dañara más de lo que ya estaban, esa tela áspera y fría impregnada con el aroma del desinfectante ayudó a conservar dentro de su cerebro la imagen preciosa, el momento preciso, el cuadro jamás pintado. Lo primero que preguntó cuando pudo articular palabras inteligibles fue: ¿dónde está mi cámara, no se habrá roto? Un silencio azul, como el mar y el cielo y la luna, fue la única respuesta obtenida. Silencio y oscuridad.
          Salió del hospital aún maltrecho pero con la firme determinación de empezar a trabajar cuanto antes. El periodismo se lleva en la sangre, la fotografía en el corazón, el riesgo en el alma. Consiguió una cámara nueva, mucho mejor que la anterior, no hay mal que por bien no venga ni hay daño que no tenga apaño. Y comenzó a trabajar. Tuvo suerte, en una de sus correrías nocturnas se encontró con la cantante de rock más famosa del país, se acercó a ella, se presentó, le dio un poco de charla agradable y le pidió una entrevista. Hacía meses que la diva no concedía entrevistas a ningún medio pero contra todo pronóstico a él la estrella le dijo que sí; ¡qué suerte!, recuperaría su actividad con una exclusiva importante.
          Fue en el café del puerto, venía vestida de cuero, desnuda de ilusión, ahíta de música. Hacía calor. Bebieron bastante durante el largo tiempo que duro la entrevista, hizo miles de fotos con su portentosa cámara. Tenía ante él a la gran dama del rock, la heroína de los escenarios. Jamás podría olvidar sus palabras sinceras, su voz potente, su imagen mágica.
          La estrella se deshizo de la máscara, se desnudó con su respuesta que en realidad fue un monólogo, de ese modo el fotógrafo supo que…
          He crecido y vivido gran parte de mi vida en un entorno más folclórico que rockero. Mi madre fue vedette principal de un cabaret y gracias a ella, desde muy pequeña, entré muy rápido en contacto con el mundo de las coplas y los boleros, a los cuatro años subí por primera vez a un escenario y desde los diez participé continuamente en actuaciones de espectáculos de variedades. Poco a poco crecieron mis inquietudes rockeras, de día trabajaba fregando suelos y en mi tiempo libre buscaba grupos de rock que precisaran cantantes, todos aquellos con los cuales contacté desecharon mi participación por un motivo contundente, por ser mujer; de noche, llamaba a programas de música de la radio. Una noche interpreté un tema de Janis Joplin en directo. Ahí fue donde se fijaron en mí, en mi actitud, en la rabia de mi garganta cantando y en mi carisma. Cambié los volantes y la copla por el cuero y el metal, la compañía discográfica quería lanzarme al panorama rockero pero no como solista y por eso me buscaron un grupo. Formaron una banda para mí, para lo que reclamaron los servicios de los mejores músicos del país y el invento… funcionó: nuestros primeros temas se convirtieron en himnos, fui portada en revistas rockeras, pasé varias veces por diferentes programas de televisión. El primer álbum fue un éxito tan veloz como nuestra música.
          Veinte mil almas abarrotaban los alrededores del escenario de uno de nuestros conciertos. Aparece una mujer de cuerpo fornido y actitud macarra, yo, subo con mi banda al escenario. El público comienza entonces a provocarme diciendo: “Que enseñe las tetas, que enseñe las tetas”.
          No me dejé intimidar y respondí a los incitadores señalando a mi guitarrista: ¿Por qué me decís que saque los pechos y no le pedís a él que enseñe sus huevos? Fui la primera cantante femenina de rock en este país. Y la única que despuntó en este género, mi presencia fue una excepción en un entorno dominado por músicos masculinos. Los chicos me acogieron con actitud a veces expectante, otras protectora. Aunque no te creas, yo tampoco me dejaba acongojar. Sobre el escenario tenía una personalidad arrebatadora. Recuerdo que en un concierto salí del camerino con un látigo, y estuve dando con todas mis ganas con él contra el suelo, sin parar.
          Con el éxito llegó también el fracaso y llegó tan rápido como aquél. Mi carácter y mi personalidad chocaron frontalmente con la del guitarrista principal del grupo, no soporté esa lucha interna y para evitar problemas mayores abandoné a la banda, me lancé en solitario con un disco de rock pero menos duro, muy al estilo de Tina Turner, eso fue un error, me hizo perder seguidores. Ni el grupo, con nueva voz cantante, mi sustituta, tuvo ya éxito por su parte, ni yo tampoco por la mía. En el segundo disco en solitario traté de volver a mis raíces más rockeras pero ya no tuve el éxito esperado. Dejé los escenarios, estaba muy decepcionada, sentía que había errado, que podía haber conseguido la cima y me quedé a mitad del camino, algo deprimida decidí irme de la gran ciudad, decidí irme con mi compañera sentimental a la playa, allí nos pusimos al frente de un chiringuito al pie del mar, aquí, en este mar azul que puedes ver hoy y rodeada de algunos buenos amigos, fue el único lugar donde se me pudo escuchar cantar de nuevo, en reuniones improvisadas, aquí en este mar azul fue el único sitio donde tuve fuerzas y ganas para cantar de nuevo….
          Tenía intención de volver al escenario pero no pude. El último proyecto musical que quise poner en marcha fue truncado por la enfermedad, hasta que una mala mañana de enero mi pareja me encontró muerta, en mi casa. Un edema pulmonar, creo, o eso dijeron en la prensa a todos mis adeptos; no lo sé, sé que estuve enferma un tiempo y que un día, de repente, me desplomé y cuando llegué al suelo ya todo se había acabado, el éxito, el fracaso, la música, la vida… todo.
          Él la miraba extasiado como si fuera Ginger Lynn, la escuchaba anonadado como si jamás la fuera a oír… pero, ¿por qué hablaba así?, afirmaba haber muerto y estaba allí, en aquella playa de mar azul, en aquel paraíso sin ocasos, en aquel cielo límpido.
          Fue un momento al baño y de paso a la barra o viceversa y al regresar a la mesa con otras dos bebidas ella ya no estaba. En su lugar había una nota escrita con lápiz de labios sobre una servilleta, una despedida de urgencia: “Pronto lo entenderás, al principio cuesta un poco adaptarse pero pronto te acostumbrarás. Fue un placer conocerte, gracias por la entrevista y por las fotos”.
          Habrá tenido que salir corriendo por causa de algún impreviso, o para algo urgente, pensó mientras se bebía de un solo trago las dos copas recién pedidas. Estaba ligeramente embriagado así que decidió caminar para que se le pasara el atontamiento; de improviso recordó aquel infausto mensaje, trece palabras premonitorias y el accidente en aquella curva maldita que acabó con su cámara, con su coche y quién sabe con cuántas cosas más.
          Iba mejorando de su embriaguez, iba tomando fotografías del paisaje azul, sobre todo del mar y del cielo y del horizonte que aspiraban a un ocaso lleno de luna llena. Se dio cuenta de que se había alejado en exceso del lugar de partida, del aparcamiento de la playa, de su nuevo coche descapotable. De repente se sorprendió a sí mismo haciendo autoestop para regresar y ante su sorpresa el primer coche que pasó, paró.
          Era una rubia espectacular, si no era la mismísima Ginger Lynn podía hacerse pasar por ella sin ningún problema, llevaba la música a todo trapo, la canción era muy antigua, se titulaba “Azul”... http://www.goear.com/listen.php?v=cb97f56
          - Tenga mucho cuidado señorita- dijo al reconocer que el sitio de la carretera por el que circulaban era el mismo del infausto desastre que tan recientemente había sufrido-, vaya con precaución, la siguiente curva es muy peligrosa, muy cerrada y con gravilla en el arcén.
          - Gracias-, respondió Ginger para después continuar cantando a la par que el aparato de sonido-, Nunca más la he vuelto a ver, hoy por ella quiero beber. La recuerdo aún, no consigo olvidar, aquel intenso azul y ella junto al mar.
          - Preste más atención a la carretera y menos a la música- dijo al terminar la canción-, en la siguiente curva perdí el control de mi vehículo, hace tres semanas yo tuve un accidente precisamente ahí, en esa curva, hace pocos días me maté yo.
          Entonces, al escucharse a sí mismo, tal como habían vaticinado unas letras de carmín en una servilleta, lo comprendió. Trece palabras, veintiocho sílabas, un mensaje, una profecía. No volvería a ver a la gran dama del rock, no volvería a escucharla ni a fotografiarla. No lo haría nunca más ni con ella ni con nadie, en aquella curva, tres semanas atrás, perdió algo más que el coche y la cámara.
          - Nunca más la he vuelto a ver, hoy por ella quiero beber. La recuerdo aún, no consigo olvidar, aquel intenso azul y ella junto al mar.
          Intenso azul, ella en el azul del mar y… él en el inmenso azul del cielo.
          ¡Malditas prisas y malditas trece palabras!.






Autor: Ángel Utrillas Novella
Tema: Azul
Título: "Azul…Azul…Azuzena"
Técnica: Texto
Fecha: Julio 2013


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2 comentarios:

Gerardo Martín Pujante dijo...

Muchas felicidades Ángel. Es un relato excelso, lleno de emoción, muy bien trazado. La transición inesperada que nos alcanza, en un momento, en un suspiro.

Gracias también por acercarnos la figura de Azucena, a la que reconozco que no conocía.

Me ha encantado.

Un saludo y gracias.
Gerardo

Ángel dijo...

Gracias Gerardo por tu amable comentario. Como bien dices, una transición inesperada aunque siempre segura y también alguien que no acepta esa transición, el fotógrafo persiguinedo a su adorada ninfa.