sábado, 4 de julio de 2009


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El BESO EN LA PIEDRA París 1908 El Beso : Brancusi

CONSTANTIN BRANCUSI: El BESO. 1908.

París, Musée Natianal d’ Art Moderne

Brancusi, que hace dos años rehusó trabajar con Rodin porque, según dijo, «nada puede crecer a la sombra de los grandes árboles», a realizado, mediante la talla directa de un bloque de piedra caIcárea, una obra de una originalidad casi revolucionaria que ha titulado El beso. La escultura, extremadamente simple y estilizada, representa a un hombre y una mujer de medio cuerpo, literalmente fundidos en una sola entidad compacta, y posee, por su simbolismo, su voluntad de simetría, la simplicidad y pureza de sus líneas, las características del arte popular Rumano así como las de los ídolos primitivos. «Pastor de los Cárpatos», como se define a sí mismo, Brancusi es un hombre impregnado, en efecto, del vigoroso arte popular de su país natal. Pero sin duda también vio, en el Salón de Otoño de 1906, la retrospectiva de Gauguin con sus obras de Tahití, y el año pasado, El hombre sentado de Derain expuesto en la Galería Kahnweiler, una escultura tallada directamente en un bloque de piedra, compacta y estilizada. En La oración, figura alegórica de una mujer desconsolada destinada a la sepultura de un notable rumano, Brancusi ya había rechazado toda huella de academicismo, tratando de depurar la forma lo más posible y de cargarla de símbolos. En su taller de la rue de Montparnasse, al que tuvo que trasladarse para poder realizar La oración, y en el que recibe las visitas de Apollinaire, Léger y Marcel Duchamp, Brancusi ha esculpido El beso. La obra significa una ruptura con el clasicismo y se revelará, sin duda, como el punto de partida parauna concepción enteramente renovada de la escultura.

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El Beso

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MARIN VIECO, Jorge.

Medellín, 1911. Medellín, 1976.

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Escultor expresionista americanista. Vástago de una familia de artistas, músicos, pintores y escultores, muchos de ellos notables en el panorama del arte nacional.

Hizo estudios musicales con los renombrados músicos Jesús Arriola y Antonio María Valencia, llegando a convertirse en ejecutante de saxofón y luego en director de la orquesta popular” Ritmos”, que alcanzó un notable prestigio.

Estudió dibujo con Humberto Chaves en el Instituto de Bellas Artes de Medellín. El modelado y la escultura los estudió en el taller de sus tíos Bernardo y Luis Eduardo Vieco.

En 1953 viajó a Méjico con el fin de vivir y saturarse de la cultura de aquel país.

Marín Vieco fue maestro de mérito indiscutible, que abogó por el mantenimiento y la difusión de las culturas aborígenes, así como por la conservación de sus características. En 1951 fundó la Galería de Arte Nacional que constaba de galería de exposiciones y aulas para la enseñanza de las Bellas Artes, Historia del Arte y cursos de Anatomía Humana y Comparada. Esta admirable Institución tuvo que cerrar sus puertas en 1961.

En 1969 la Universidad Pontificia Bolivariana le otorgó el título de Doctor Honoris Causa en Escultura. En 1978, en la Biblioteca Pública Piloto, tuvo lugar una exposición retrospectiva de sus obras.

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Es un escultor expresionista americanista, quien tuvo gran influencia de la modernidad, “de fuentes diferentes como la academia tradicional aprendida de su maestro, Bernardo Vieco, de las corrientes del arte mejicano, la orfebrería y la cerámica precolombina, las culturas de los indígenas Cunas y Catíos, a quienes estudió con tanto interés, que se incorporó a su medio por algún tiempo” . 
La escultura de Marín Vieco revela una tortura interior y estados de melancolía. Está trabajada con honestidad y buen gusto. Las obras más sobresalientes y conocidas son los Crucifijos, los San Franciscos, los Quijotes, la Amerindia , los Chibchas y la Historia del Desarrollo Industrial, localizadas en el vestíbulo y en los costados del edificio de la Beneficencia de Antioquia, el monumento al Arriero en Fizebad; el Bolívar, que se encuentra en la Av. De las Américas en la ciudad de México; el Monumento a Juan del Corral en Santa Fe de Antioquia, Hombre de paz, también llamada Resurrección en el Cementerio Parque Campos de Paz en Medellín y el Barequero, en el Banco Francés e Italiano en París. Gran parte de su obra, unos 130 bronces, fue recopilada por la Fundación Marín Vieco y se encuentra en la Casa Museo que lleva su nombre, también llamada Salsipuedes en las afueras de Medellín.

Según el pintor Maestro Jorge Cárdenas. ” La esencia del pensamiento escultórico de Marín Vieco se encuentra en las obras que revelan una tortura interior. Su absorción de la melancolía y heridas ancestrales, engendraron el retorcimiento expresivo de sus obras. Por ello Gonzalo Arango lo llamó el Poeta del Bronce y del Dolor.”

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El inolvidable influjo de Rodin
Martes, 23 de Junio de 2009 09:00 Leticia Fernández-Fontecha
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El influjo de Rodin invadirá las calles de Madrid durante los próximos tres meses gracias a la exposición ¿Olvidar a Rodin? La escultura en París, 1905-1914 que abrirá mañana la Fundación Mapfre, en colaboración con el Musée d´Orsay de París y el Stiftung Wilhelm Lehmbruck Museum-Zentrum Internationaler Skulptur de Duisburgo. Esta muestra analizará el nacimiento de la escultura moderna y reunirá las mejores piezas escultóricas de los inicios del siglo XX de autores como Brancusi, Gargallo, Picasso, Matisse, Rodin, Lehmbruck, González o Duchamp-Villon.
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Lo cierto es que la pregunta resulta cuanto menos irónica, como bien sabe la comisaria de la exposición, Catherine Chevillot, ya que desde el redescubrimiento del escultor francés gracias la exposición de Andrew Carnduff Ritchie en el MoMA de Nueva York sobre la escultura del siglo XX y la exposición Rodin, en 1963, en el mismo museo, ha resultado imposible olvidarle. Y si en algún momento alguien caía en la tentación de devolver a Rodin al purgatorio del que tanto le costó salir, los museos y galerías del mundo no han dejado de maquinar y montar extraordinarias exposiciones. Ahora le toca el turno a la Fundación Mapfre en Madrid. Bendita memoria.
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“¿Por qué la escultura es aburrida?” se preguntaba Baudelaire en 1846, y la verdad, motivos no le faltaban. “El origen de la escultura se pierde en la noche de los tiempos; es un arte de Caribes”, comenta el poeta nada más comenzar su disertación. Pero, ¿cómo es posible que la escultura, que había despertado el interés y admiración del hombre desde el origen de los tiempos, fuese calificada en el siglo XIX de aburrida nada más y nada menos que por Baudelaire, el crítico de la vida moderna por excelencia.

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En realidad, no es ni más ni menos que por ésto, porque a finales del siglo XIX las palabras “moderno” y “escultura” se repelían como el agua y el aceite. Sobrecargada por una tradición secular errónea, ahogada en las referencias ideológicas y narrativas, la escultura moría en las miles de escuelas y academias que sólo buscaban la exaltación de ciertas virtudes, creando así un género tedioso y academicista que había olvidado su verdadero fin, dar forma a la materia, moldear, crear, transformar con las manos.

Si volvemos la vista atrás y ponemos nuestros ojos en Leon Battista Alberti y en su tratado De statua, entenderemos la crisis a la que llega la misma a finales del siglo XIX, y que acabará estallando a principios del XX. Explosión provocada principalmente por Auguste Rodin, cuyas esculturas siempre parecen estar a punto de estallar en mil pedazos, usando como detonante la carga de pasión que el escultor les inyectaba a base de golpes, de duro trabajo y de más golpes.

“Bella Materia”

Constantin Brancusi comentaba: “Rodin llega y lo transforma todo. Gracias a él, la escultura volvió a ser humana en sus dimensiones y en el significado de su contenido”. Y es justo aquí donde reside la importancia de Rodin, en su manera de acercar la escultura a la vida, humanizándola, devolviéndole la masa y el volumen, el cuerpo. En sus obras prevalece por encima de todo esa “Bella Materia” que tanto alababa Giorgio de Chirico en los cuadros de Gustave Courbet. Y si nos ponemos a comparar, los desnudos del pintor y las esculturas de Rodin son más de lo mismo, carne, piel, superficies a través de las cuales asoma la vida, palpitando.

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El gran logro de Rodin fue recuperar las lecciones de Fidias y de Miguel Ángel, moldeando la escultura desde dentro, dotando a sus obras de una expresividad y una tensión máxima, que logra acercarlas a la vida, siendo a su vez atravesadas por la muerte. Crea obras que piden ser tocadas, piezas sensuales y carnales que demuestran su fascinación por la superficie, pero una superficie de lo menos superficial, ya que esa sensación de movimiento permanente que transmiten proviene de intensas tensiones internas. Sus esculturas tienen una textura que recuerda a la superficie del agua, como las ondas que se forman en un río, un fluir continuo y lleno de movimiento que no hace sino manifestar algo que el escultor ha logrado insuflar a su obra, pasión, corazón.
Tocar con los ojos

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Auguste Rodin logró bajar a la escultura del pedestal en la que el paso de los siglos la había subido y devolverla de nuevo a la vida, a la naturaleza, que no es más que piedra y barro. Su novedosa valoración del fragmento y del accidente no hace sino reafirmar su condición de escultor de la vida moderna, el amor por lo inacabado que le permite fijar lo fugitivo, lo inasible.

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¡Pero ante las piedras, yo las siento! Las toco por todas partes con la mirada al desplazarme (…) y de eso va todo, de tocar con los ojos. Y de qué iba a ir si no, de tocar, y es justo aquí donde reside la gran lección del maestro. Tocar, usar las manos, mancharse de barro. La materia, la estructura y el volumen volvieron a la escultura de manos de Rodin. Después de él, otras muchas aprendieron la lección: Joseph Bernard, Lehmbruck, Bourdelle, Matisse, Duchamp-Villon, Maillol, Giacometti… Puede que las nuestras no logren nunca moldear la vida, pero para todos aquellos que deseen tocar de otra manera, París les espera. Miren.

Madrid. ¿Olvidar a Rodin? La escultura en París, 1905-1914. Fundación Mapfre.

Hasta el 4 de octubre de 2009.

Comisaria: Catherine Chevillot, conservadora jefa del Museo de Orsay.

ver mas : http://www.exposicionesmapfrearte.com/olvidararodin/

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Nació en Marinilla,1903 y falleció en Medellin, 1967

Ingeniero civil, escultor ecléctico y poeta. Egresado de la Escuela de Minas de Medellín, Realizó estudios de arquitectura. Su último trabajo fue el de gerente de Locería Colombiana, donde tuvo la oportunidad de aplicar también sus conocimientos artísticos en la industria de la cerámica, prestó valiosos servicios en la Administración Pública, durante el gobierno de López Pumarejo.

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Con un espíritu abierto y receptivo, fue un estudioso que no vaciló en aplicar sus vastos conocimientos al arte de la escultura, llegando en ella hasta la abstracción. Se conservan más de ciento treinta esculturas de estilos y formas muy variadas. La mayoría de ellas en maderas preciosas. Otras fueron hechas en piedra o elaboradas con base en láminas metálicas a golpe de martillo. Produjo varias pinturas en acuarela, óleo, pluma y lápiz. Sus obras quedaron en manos de familiares y amigos, salvo las que habían sido obsequiadas al Museo de Zea,

No obstante, el expresionismo fue la mejor forma de manifestarse en sus obras escultóricas y como admirador del Maestro Cano, lo estudió y cerca de él depuró su técnica.

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El espíritu poético lo manifestó en su obra “Rapsodias”, que en 1937 ganó el Premio Nacional de Poesía con dicha Obra; además tradujo a José María de Heredia, Carlos Baudelaire y Omar Khayyam.

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EL HOMBRE CUBO DE DERAIN

París 1907

André Derain ha abandonado Chatou y se ha instalado en el número 22 de la calle de Tourlaque, en Montmartre. Frecuenta a Picasso a toda la colonia del Bateau-lavoir, y está considerado como uno de los pintores más importantes de su generación. El marchante Daniel-Henry Kahnweiler acaba, de hacer un contrato con él.

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En la actualidad practica la escultura. Hombre Sentado pertenece a una serie de figuras talladas en piedra. De una gran sobriedad, estas esculturas ponen de relieve la búsqueda volúmenes simplificados al máximo y rigurosamente definidos, coincidiendo en ello con las preocupaciones pictóricas actuales. Así mismo no dejan de evocar el arte negro con el que mantienen un evidente parentesco.

Bajo la influencia, directa del arte primitivo, del que es admirador desde el año pasado como otros artistas, Derain se orienta hacia una vía más intelectual. En su taller se descubren enormes bloques en fase de desbaste.

¿Qué sorpresa estética nos reserva el artista?

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Escultor y fundidor. En el Instituto de Bellas Artes tuvo como profesores a Humberto Chaves, Ramón Betancur y Bernardo Vieco. Trabajó como escultor decorativo con los arquitectos Wolff y Nel Rodríguez.

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Transitoriamente ha sido profesor de escultura y modelado en algunos centros docentes, pero su taller siempre estuvo abierto para quienes quisieran aprender en él.

octavio-montoya1Dan crédito suficiente de su labor creadora, los monumentos y retratos escultóricos, diseminados por pueblos y ciudades del país. Montoya hizo parte del salón de “Los Independientes”, organizado al margen de la E xposición Nacional realizada en 1944 en Medellín

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Ha mantenido su posición realista con ensayos muy benéficos dentro de un proceso de simplificación. Experiencia de la cual nació el grupo de “San Juan de Dios” que se encuentra en el templo del mismo nombre, ejecutado en granito esmerilado, diferente a toda su creación y que resume el pensamiento escultórico del artista.

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Es además, el creador de un número considerable de monumentos, bustos y relieves, de los cuales se pueden recordar el de “José Félix de Restrepo”, el de “Mon y Velarde”, etc., en la Avenida La Playa y “El Monumento a los Bomberos”, en el Cementerio Universal.

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por FABRIZIO NICOLÁS

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El pintor que mayor prestigio ha otorgado al color y uno de los que mejor lo ha combinado con el dibujo, Henri Matisse (1869-1954), nació en una pequeña localidad al norte de Francia y, durante sus 85 años de vida, llevó a cabo una de las obras más expresivas, originales y destacadas de todos los tiempos.

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Hoy, el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid abre hoy al público su exposición más importante de la temporada, una muestra que dedicada al tramo central de su vida y obra que se compone de ochenta pinturas, esculturas y dibujos procedentes de algunas de las instituciones y colecciones particulares más importantes del mundo, que muestran uno de los períodos menos estudiados del autor francés: el comprendido entre 1917 y 1941.

Líder de la modernidad

Discípulo de Gustave Moreau, conocido de Renoir, Picasso, Derain o Vlaminck, amigo de los alumnos de Bonnard y admirador de Gauguin, Cézanne o Rodin, este hijo de comerciantes, que dejó su carrera de Derecho para ingresar en la Escuela de Bellas Artes, comenzó su trayectoria artística realizando copias en el Louvre y practicando el dibujo del natural, unos inicios artísticos que habrían supuesto un gran orgullo para cualquier defensor de lo clásico de no haber sido por la influencia que tuvieron en su época los autores impresionistas.

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Matisse se dejó llevar por esta moda pictórica practicando esporádicamente el divisionismo hasta 1905, año en el que su estilo se aclaró, comenzó a suprimir detalles, a simplificar las formas y a usar subjetivamente el color para consagrar definitivamente el triunfo del postimpresionismo y fijar el punto de partida del arte moderno con La alegría de vivir, una obra donde la visión que da de la mujer –positiva y lúdica– se acerca en gran medida a la que tradicionalmente ofrecía el tema de “la bacanal”. Este hito histórico erigió a Matisse en el líder del nuevo ambiente artístico emergente de la capital francesa, conocido como fin-de-siècle; tanto, que la réplica de Picasso –que necesitaba a toda costa pintar algo que le parangonase con Matisse– fue ni más ni menos que Las señoritas de Aviñón.

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Este formidable ataque de Matisse contra la representación mimética y la tradición clásica tuvo un efecto devastador en la crítica, que jamás entendió su desinterés por el acabado y sus colores chillones. Pero, claro, Matisse era un “salvaje”, una “fiera”, un fauvecon todas sus consecuencias, como sus compañeros de batalla Derain y Vlaminck, con quienes compartió este movimiento renovador.

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El lujo de la pintura

Con este panorama, Matisse cerrará su primera etapa en 1917 para comenzar su período más largo y el menos estudiado, cuyas obras –aseguradas con la garantía del Estado por un importe de 365 millones de euros– se pueden ver hasta el 20 de septiembre en las salas del Museo Thyssen. Fueron unos años marcados por la sombra de la Primera Guerra Mundial y la premonición de la Segunda, una época de creciente implantación pública para el ya establecido arte moderno, donde Matisse ocupó, junto a Picasso, un lugar central; pero también una etapa donde aparece un Matisse más maduró, vanguardista y conformista, artísticamente radicalizado, no menos ambicioso pero sí más íntimo.

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El comisario de la muestra, Tomás Llorens, aporta como clave para entender la obra de Matisse su asociación con el lujo; un lujo referido al placer de pintar, a una etapa donde el autor se centró en su intimidad, alejado del mundo en su residencia de Niza, y en el lujo de dibujar y hacer arte en una etapa eclipsada por las dos grandes guerras y sus consecuencias sociales.

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La exposición comienza con Pintura y tiempo, un primer apartado que cuenta con cuadros realizados en los primeros años de Niza en los que la luz del sur, reflejada en el mar, ilumina habitaciones vacías u ocupadas por lejanas figuras femeninas en reposo. Como en los cuadros de Vermeer, el motivo dominante es, en último término, la ventana, una figura que desde el Renacimiento ha sido para los pintores un paradigma de la pintura.

La evolución del maestro

A continuación, Paisajes, balcones y jardines muestra cómo la exploración del espacio exterior permite a Matisse cuestionar la herencia del Impresionismo. Frente al ojo pasivo del pintor impresionista, que trata de sumergirse en la naturaleza y fundirse con ella, Matisse encuadra frecuentemente su motivo desde un balcón o una ventana y subraya la distancia del horizonte, la artificiosidad de la ficción pictórica.

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Intimidad y ornamento es el tercer título que puede encontrar el espectador en esta exposición, donde las escenas de interior, pintadas a puerta cerrada, son teatros en miniatura en los que la relación del pintor con sus modelos se depura como en un laboratorio. La mirada se extravía entre espejos, flores, sedas, joyas y cabelleras, y en el arabesco que dibuja la mano sobre la tela, acechan, como en los poemas de Baudelaire, el deseo, el desasosiego y el desmayo.

El apartado siguiente, Figura y fondo, permite contemplar obras realizadas en un período en el que Matisse sigue una rígida rutina. Por las mañanas, pinta en el estudio con la modelo posando en un estrado revestido de telas musulmanas; por las tardes, dibuja reproducciones de estatuas de Miguel Ángel en la academia local. La bidimensionalidad sofocante de los fondos compite claramente con el volumen, el peso y la corporeidad de las figuras.

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La transición al final

La quinta sección muestra, bajo el título Forma, cómo el desnudo se establece finalmente en el centro de la atención del pintor. Es el espejo lo que le ayuda a ahondar en los valores de la forma pictórica. Matisse lo estudia sistemáticamente, alternando la pintura con el dibujo y la escultura.

Finalmente, el logro más claro de la “pintura de intimidad” será la estatua Gran desnudo sentado (1922-29), inspirada en los desnudos realizados por Miguel Ángel para la Capilla Medici de Florencia.

El registro cambia súbitamente en 1930; de la intimidad de los interiores domésticos, Matisse salta a la pintura decorativa y con ella al desnudo heroico. El período 1930-33 es un paréntesis dominado por una fuerte tensión entre dos polos contrapuestos: la forma estática, monumental, cristaliza escultóricamente en Desnudo de espaldas IV (1930); la forma en movimiento, luminosa, pictóricamente en La Danza (1930-33) de la Fundación Barnes.

Además, también se dedica un apartado a Une sonore vaine et monotone ligne (Una línea monótona, vacua y resonante), poema de Mallarmé que dio como resultado una de sus mejores pinturas murales y sobre el que vuelve a trabajar el artista a partir de 1935.

La exposición, y por tanto, su etapa central finaliza en los primeros años de la década de 1940, con Temas y variaciones (1942), dibujos que el pintor agrupó bajo este título y en los que las figuras son cada vez más absortas en sí mismas, más nocturnas e inalcanzables. A partir de aquí, Matisse comenzará una tercera etapa que acabará el año 1954 con su muerte en su apartamento de Niza.

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fuente: hoyesarte.com


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Medellín,1908. Medellín, 28 de febrero de 1996

Gustavo López Como diplomado en la Real Academia de San Fernando en Madrid, fortín académico por excelencia, es un defensor vigoroso de ésta y se ajusta a los ideales de su formación sin concesión alguna para otras corrientes. Por lo tanto su labor ha sido exigente y honesta, no sólo como profesor, sino como pintor, campos en los cuales ha teniqo aciertos, aunque su obra no es muy copiosa.

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Pintor y escultor académico. En 1922 ingresó al Instituto de Bellas Artes de Medellín y durante los cinco años de su formación artística, recibió la orientación de los pintores Humberto Chaves, Luis Eduardo Vieco y Georges Brasseur; la clase de escultura y modelado la recibió del escultor Bernardo Vieco.

En 1929 se fue a España para ingresar a la Real Academia de San Fernando en Madrid, donde aprobó el examen reglamentario. En esta Academia permaneció hasta obtener el título de Profesor de Dibujo y Bellas Artes. Fueron sus maestros Eduardo Chicharro, Gamelo y Manuel Benedicto.

En 1936 regresó a su patria para dedicarse a la más vasta y fructífera labor docente, que artista alguno haya realizado en nuestro medio; esta labor terminó al retirarse del Instituto de Artes Plásticas de la Universidad de Antioquia en 1978.

Entre sus exposiciones, tanto de pintura como de escultura, es importante recordar las llevadas a cabo en El Ateneo de Madrid, en 1934 y su participación en la Exposición Nacional Española en 1936. Además ha expuesto en Medellín, Manizales y Bogotá.

En 1994 le fue otorgado el Premio a las Letras y a las Artes otorgada por la Secretaría de Educación y Cultura de Antioquia por toda una vida dedicada al Arte.

Son notables los bronces de “José Martínez Pardo” y el de “Tyrrel Moore” que se encuentran en la Avenida de La Playa de la ciudad de Medellín y el “Retrato del Dr. Libardo López”, en la Secretaría de la Universidad de Medellín.

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AMADEO MODIGLIANI— COLUMNAS DE TERNURA

1884-1920

«Lo que busco no es lo real ni tampoco lo irreal, sino lo inconsciente, El misterio instintivo de la raza»

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La fase escultórica de Modigliani comenzó con su traslado a Montparnasse, por aquel entonces (1904-1909), una zona de reciente construcción en la periferia. Supuestamente el artista recibía de las obras cercanas los bloques de piedra que utilizaba como material para sus esculturas, y – si nos atenemos a la leyenda- tallaba sus cabezas en la madera de los travesaños destinados a la construcción del metro.

Sus trabajos escultóricos muestran medidas básicas homogéneas, son figuras rectangulares a modo de estelas que apenas muestran formas espaciales. En su mayoría se trata de cabezas icónicas semejantes a ídolos que, por sus proporciones armoniosas y su sencillez, exhiben un semblante extremadamente digno y majestuoso.

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La fuerte estilización de las cabezas, sus cuellos largos, las narices agudas como flechas y esos ojos representados únicamente como contornos constituyen por su arcaísmo una referencia consciente a aquellas esculturas de los «primitivos», que en esa época eran el foco de atención de los círculos vanguardistas de París. No obstante su obra sólo puede compararse muy vagamente con la escultórica de la llamada plástica negra o con objetos de culto pagano, como por ejemplo las esculturas de las Cícladas. En ninguna escultura de Modigliani se puede apreciar adaptaciones formales concretas. Su elegante reduccionismo se restringe a la paráfrasis de lo llamado primitivo. Pero con toda seguridad sus obras se inspiran en aquellos testimonios culturales extraeuropeos o prehistóricos, al menos en lo a su muy generalizada expresión que de lo primigenio se refiere.

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Desde el punto de vista formal, en sus esculturas se observa una pronunciada tendencia hacia lo estatuario y tectónico. Exceptuando las cabezas de piedra de seres indefinidos, este hecho se perfila en un segundo grupo de obras al que se aplicó como pintor, escultor y dibujante en reiteradas ocasiones.

Su dedicación al tema de las cariátides, si muestra una referencia clara a la antigüedad greco- romana, aunque el artista abandona la función arquitectónica original –sustentar un determinado volumen de edificio- por la expresividad gestual. Trata el tema de tal forma que la figura aparece como la encarnación de un ser humano cargado de peso, interesándose por la solución de problemas genuinamente escultóricos tales como los volúmenes de los cuerpos, o en menor grado su relación con el espacio, si bien su contenido simbólico pasa a ocupar el centro de atención.

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Como es sabido, la influencia de la escultura arcaica en el arte de la época anterior a la Primera Guerra Mundial fue excepcional, no exenta, por cierto, de un considerable componente crítico respecto de la “civilización”. Lo primigenio, la simplicidad, claridad y naturalidad eran los valores que se advertían en las «sculptures nègres». Un mundo cada vez más tecnificado y materializado, que tuvo su origen en los países industrializados del s XIX, engendró a principios del siglo XX, una larga serie de movimientos en contra.

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El trabajo escultórico de Modigliani beneficia enormemente su pintura. Por vía de la escultura llega formalmente a la reducción, linealidad, abstracción y, mediante todo ello a un lenguaje pictórico propio y homogéneo especialmente manifiesto en sus numerosos dibujos de cariátides. Sobre este motivo de la antigüedad el artista elaboró su motivo lineal, las formas de contornos suavemente curvos y la acentuación de lo superficial, características que han pasado a ser señas de identidad del artista.

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Parece que el punto de partida artístico de Modigliani rehúye cualquier debate estético. Sus obras plásticas no son resultado de un verdadero planteamiento escultórico, dado que tiene su origen – y esto se insinúa en su descripción lírica como «columnas de ternura»- en una amplia concepción poética.

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Se sabe que Modigliani fue un gran amante de la poesía, que recitaba de memoria párrafos enteros de Dante y Petrarca. En los relatos de sus contemporáneos abundan referencias a sus extensos conocimientos literarios, en los que siempre aparecen los nombres de Mallarmé, Rimbaud, Baudelaire , Nietzsche, Bergson y D´Annunzio. Por ello resulta difícil encerrar su obra según cánones establecidos sobre las vanguardias del siglo XX; mucho más razonable, tal vez, sería establecer una comparación con un poema como «La belleza», de la antología «Spleen et Ideal», puesto que parece haber sido creado ex profeso para los ídolos lejanos y pétreos de Modigliani, o viceversa, lo que no es del todo imposible.

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La belleza

Soy hermosa, oh mortales, como un sueño de piedra,

y mi pecho en que todos encontraron su herida

nació para inspirar al poeta su amor

silencioso y eterno como lo es la materia.

El azul es mi reino, soy esfinge secreta,

corazón como nieve y blancura de cisne;

odio cuanto se mueve y desplaza las líneas,

no he llorado jamás ni jamás he reído.

Porque yo sé hechizar al amante y esclavo

con espejos purísimos que hacen más bello el mundo:

¡Estos ojos tan grandes de fulgores eternos!

Charles Baudelaire

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Campus UN

José Domingo Rodríguez

En contexto

Para las décadas de 1930 y 1940, el Muralismo Mexicano, que se había encargado de llevar a los muros públicos de la nación mexicana los temas indigenistas (la grandeza prehispánica), nacionalistas (gestas de independencia, héroes) y costumbristas (campesinos oprimidos e insurrectos), irradió todo el continente, especialmente los países que la crítica de arte Marta Traba llamaba “cerrados”, entre ellos Colombia. 



Fue así como Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros, que encabezaban este movimiento en México, se convirtieron lentamente en las figuras arquetípicas del artista comprometido y en el faro de las búsquedas identitarias del continente. 



En Perú las ideas del Muralismo fueron divulgadas por José Carlos Mariátegui en su revista Amauta, así como en Ecuador los artistas Oswaldo Guayasamín y Eduardo Kingman hicieron lo suyo en pintura. En Chile se realizó pintura mural de temática indigenista y en Colombia, con Rómulo Rozo a la cabeza (desde el arte), apareció el movimiento Bachué a mediados de los años veinte. 



En este ambiente, el trabajo en madera tuvo gran acogida entre Rómulo Rozo, Ramón Barba, Josefina Albarracín, Carlos Reyes y Bernardo Vieco. El trabajo en arcilla y la pintura estuvieron presentes con Luis Alberto Acuña, y los grandes murales provinieron en su mayoría de Ignacio Gómez Jaramillo, Alipio Jaramillo y Pedro Nel Gómez, quien trabajaría en un lenguaje emparentado con el expresionismo de Orozco e influiría notablemente a su discípula Débora Arango, quien más que reivindicar la historia buscaba dar un rostro a su época, mostrando las prostitutas y mendigos del centro de Medellín, haciendo una crítica a la situación de la mujer, a la pobreza y a la política de su tiempo. 



Por otro lado,Leo Matiz llevó a la fotografía los pescadores de las ciénagas y posteriormente, a Rodrigo Arenas Betancourt se debe la persistencia hasta el último cuarto del siglo XX de la escultura conmemorativa de temática nacionalista. 



Otros artistas que en los treintas y cuarentas apelaron a la reivindicación de lo nacional fueron Hena Rodríguez, a medio camino entre el academicismo y el indigenismo, y Carlos Correa en un expresionismo que en ocasiones recuerda las atormentadas figuras de James Ensor. 



En este concierto se destacaron los discípulos de Francisco Antonio Cano: José Domingo Rodríguez, Gustavo Arcila Uribe y Luis Pinto Maldonado, quienes más que desarrollar una obra de temática indigenista se enfocaron en la escultura conmemorativa de carácter nacionalista y en algunas escenas costumbristas. Los tres en escultura más que en pintura y usando el dibujo como medio no como fin. Aunque Rozo y los primeros artistas mencionados rehusaban la delicada figuración decimonónica y algunos llegaban a introducir valores expresionistas (Pedro Nel Gómez) o la deformación geométrica (Hugo Martínez), José Domingo Rodríguez usó los valores formales del academicismo sincretizados con el impulso ideológico del Nacionalismo artístico, heredero local del Muralismo Mexicano. 



Rodríguez fue uno de los últimos grandes representantes de la escultura conmemorativa de personajes luego de los años cuarenta. 



En su relieve titulado “Homenaje a los médicos de la Independencia”, a diferencia de otras piezas del mismo artista, los valores de la academia tradicional son claramente superados. Al nivel formal, es perceptible una suave esquematización de las figuras propia de los relieves de influencia decó, que artistas como el mexicano Diego Rivera usarían. 



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Los combatientes musculosos, presentados como mártires que ciegos o desmayados portan sus armas, el caballo altivo y vigoroso mirando hacia el horizonte, lo heroico de la escena y el carácter de los combatientes, encarnan fácilmente los valores propulsados por el Muralismo Mexicano: El pueblo a pesar de subyugado y maltratado, gracias a su espíritu emancipador consigue su liberación del dominio español. El mensaje es reencauchado en la escena contemporánea buscando la reivindicación de lo local, la liberación de ese “nuevo imperialismo” fuertemente en boga, usando las artes más que como pieza meramente conmemorativa, como instrumento político. 



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Texto de Halim Badawi, SPM

Fuente ; http://www.museos.unal.edu.co/sccs/plantilla_museo_2.php?

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