jueves, 8 de septiembre de 2011

Sombras ::: Ángel Utrillas Novella

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El casero siempre llama dos veces


Tercera sombra: La cocina


Susurraba entre sombras, no quería, no podía alzar la voz.

_ Fran no es buen momento, acabo de despertar y tengo una resaca de espanto, además pasa algo raro en la casa, oigo ruidos, cualquier asunto seguro que puede esperar.

_ No señorita no puede esperar,- mientras oía las palabras del casero quien por cierto también murmuraba bajando la voz todo lo posible, quizá por simpatía o por inercia, salió del salón y comenzó a descender hacia la cocina-, hoy es día uno de julio ¿recuerda? Son más de las doce de la mañana, debían haber abandonado la casa, tengo que limpiar, esta tarde vienen los nuevos inquilinos.

_ ¡Maldición!- exclamó en un susurro ahogado, bajaba los peldaños de dos en dos, sobrevolándolos, apenas rozándolos para no hacer ruido con sus pisadas y murmuraba de forma prácticamente incomprensible-, no me acordaba de la fecha, lo siento, pero ¿cómo sabe usted que seguimos en la casa?

Llegó a la puerta entreabierta de la cocina, dentro había alguien, seguro, se percibían roces de telas, una respiración amortiguada y un sordo murmullo susurrado.

_ ¿Cómo voy a saberlo?- Empujó la puerta de un puntapié, con decisión, con el móvil en la oreja izquierda y las tijeras alzadas en la diestra, entró a la cocina y entonces… oyó lo mismo por su oído izquierdo, es decir por el móvil, que por su oído derecho, es decir en vivo y en directo-. Estoy en mi… estoy en su… estoy en la cocina.

Quedaron petrificados, mirándose incrédulos, sin dejar de apretar los celulares contra sus pabellones auditivos. El casero abría los ojos hasta el infinito y recorría el cuerpo de la mujer de pies a tijera, que se alzaba un palmo sobre su cabeza y viceversa, la inquilina no pestañeaba, en silencio y en absoluta quietud trataba de relacionar la imagen con alguna explicación lógica.

_ Qué susto me ha dado Fran, oí ruidos, creía que era un ladrón o un asesino o un violador…

_ Pues soy yo, entré con mi llave, venía a limpiar la casa y me di cuenta de que todavía estaban dentro- hablaban por teléfono, mantenían la comunicación y los móviles les trasladaban una millonésima de segundo más tarde y, por segunda vez, sus palabras-, tenga cuidado con esas tijeras, se puede hacer daño o hacérselo a alguien o incluso hacérmelo a mí.

_ Creo que esto ya no es necesario- dijo la inquilina mostrando el móvil y las tijeras y percatándose entonces y sólo en ese momento de su situación.

Había salido con tanto miedo y tanta urgencia de la cama y la noche anterior había hecho tanto calor. No se había puesto nada, ninguna prenda por encima de su cuerpo y estaba prácticamente desnuda, solamente unas minúsculas braguitas tipo tanga ocultaban una ínfima parte de su anatomía. Y encima eran blancas y finas y se trasparentaban…

Los ojos de Fran, ya acostumbrados a la penumbra de las sombras, devoraban el exuberante cuerpo de Cora y se encendía su deseo mientras ella apagaba el móvil.

_ No ya no es necesario eso- dijo señalando hacia sus caderas sin que la inquilina llegara a saber a ciencia cierta si el casero se refería a los instrumentos innecesarios que mostraban sus manos o a la tela translúcida que ocultaba su sexo.

_ Disculpe mi aspecto, me acosté tarde y me acabo de despertar.

_ No hay nada que disculpar, al contrario es de agradecer tanta belleza. Nunca me pareciste demasiado guapa pero tu cuerpo es de una hermosura arrebatadora, tanto que ardo en deseos de besarlo todo entero.

Fran dejó el móvil en la pila sin percatarse de que estaba llena de agua y dio un par de pasos hacia Cora que permanecía inmóvil tratando de taparse.

_ Qué vas a hacer, ni se te ocurra acercarte más…

Puso sus manos en los pechos que se agitaban con la respiración, la empujó hasta apoyarla en la pared y clavó los labios en sus labios acallando sus protestas.

Cora correspondió al beso apasionado, era dulce, le quitaba la sed amarga que la resaca le producía, pero de repente abrió los ojos y empujó con fuerza a Fran apartándolo de ella, la tijera se enganchó en la camisa del casero y se la arrancó. Entre sombras apreció Cora su torso fuerte, los músculos de los hombros, los brazos, unas gotitas de sudor que perlaban la piel y cayendo, la conducían irremisiblemente al deseo.

_ Ten cuidado con las tijeras Cora- dijo abalanzándose de nuevo sobre ella.

Al segundo beso sus manos dejaron de palpar la tela translucida, tiró fuerte de ella, con todo su deseo y le arrancó el tanga, ella alzó su brazo diestro y la poca luz del mediodía que se filtraba por las rendijas de la persiana proyectó, sobre la espalda del casero, la amenazadora sombra de unas tijeras.


Continuará.





Autor: Ángel Utrillas Novella
Tema: Sombras
Título: "El casero siempre llama dos veces (III)"
Técnica: Relato

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4 comentarios:

Gerardo Martín Pujante dijo...

Desde luego un giro inesperado, no pensaba que los tiros fueran a ir en esa dirección, esperaba otra cosa... esperaré a ver como finaliza y te comento.

Gerardo

angel utrillas dijo...

Bueno Gerardo, las cosas no son nunca como parecen, la apariencia no es sincera, he tratado de darle un poco de humor, dibujar una situación ridícula con los móviles y ahora a ver que pasa con esas tijeras que amenazan la espalda del casero.

Anónimo dijo...

Hola Ángel! Me ha gustado muchísimo la tercera parte. Me he reído un montón y destaco "de los pies a las tijeras". ¡Muy bueno!
Me ha encantado los toques de humor, intercalándolos con la intriga, y ya lo del deseo, es el acabose.
Espero que saques pronto la cuarta parte, porque estoy bastante intrigada ya que no sospecho por dónde va a ir la historia.
saludos, elena

Ángel utrillas dijo...

Gracias Elena. Me gusta tu comentario porque has captado la esencia del relato, una gotas de humor en una situación extraña y algo dramática. La historia de momento ve, como el título dice, paralela a "El cartero siempre llama dos veces" no la película sino la novela de James M. Cain, los personajes s ellaman igual que en esa novela y ya no te doy más pistas jajajaja

Hasta pronto.